No son vascos, son Gabarreros
Cada año a comienzos de marzo la villa segoviana de El Espinar, se prepara para que comience una de sus fiestas más tradicionales y queridas, pero probablemente más recientes, Los Gabarreros. Declarada de interés turístico regional fue concebida para recordar el antiguo oficio y desestacionalizar la oferta turística.

Los Gabarreros, son aquellos hombres de la Sierra de Guadarrama que antaño se dedicaban recoger las maderas muertas del monte para venderlas y conseguir unos ingresos con ellas. Un oficio duro, sacrificado y que requería mucho esfuerzo. Ya que en muchas ocasiones, no era fácil extraer los restos del árbol talado que permanecía agarrado a la tierra, ni de burlar la vigilancia del guarda forestal.

Los gabarreros se ayudaban de la fuerza de mulas y burros para cargar y transportar la madera que recogían en el monte. Por eso en esta fiesta-homenaje a este casi extinguido oficio, los protagonistas también son los animales.

Cada año, desde hace casi 20, se representan en el monte y las Plazas de la Constitución, de El Espinar y de Castilla, en San Rafael, las tareas habituales de los gabarreros.
Desde El Pinarillo comienza el desfile de carros, hacheros y caballos con leña. Casi todo el mundo en El Espinar tiene un familiar que fue gabarrero y quizás sea por esto que todo el municipio se vuelca y sale a la calle para celebrar en esta festividad.

El desfile va recorriendo las calles del pueblo acompañado del sonido de las dulzainas segovianas, gaitas y tambores. Las mujeres y niñas se visten con el traje regional y bailan al ritmo de jota segoviana, mientras que el resto de vecinos y visitantes disfrutan y toman fotos de lo que va sucediendo.


Una vez en la plaza, se entrega la condecoración de «Gabarrero de honor» a uno de los hombres del pueblo que dedicó su vida a este oficio. En todo momento, las dulzainas suenan de fondo y los bailes siguen en la plaza
Después comienzan la exhibición de corte de tocones de madera, algunos de más de 50 años o con diámetros de casi un metro.


Hay distintas modalidades de corte, unas individuales y otras en equipo, algunas por tiempo y otras en las que también participan las nuevas generaciones de gabarreros.
La plaza queda asombrada con la velocidad, la técnica y el esfuerzo de estos hombres, que en poco más de un par de minutos parten en dos un tronco de pino macizo.



La jornada gabarrera termina con el corte del pino de más de 20 metros que durante todo el día ha presidido la plaza. Uno de los mozos sube hasta su copa para cortar algunas ramas y finalmente cortar su copa con un hacha. Cuando ésta cae el mozo baja y posteriormente sierran el tronco desde la base para derribarlo. Un estruendo que ensordece la plaza es el remate este intenso día.


Así termina un día cargado de buen ambiente, tradición y cultura en El Espinar que se clausura con el recitado de coplas de ciego gabarras a cargo de los más pequeños. Ahora la fiesta sigue en los bares, tomando cañas y pinchos hasta la hora de comer 🙂